domingo, 22 de junio de 2014

Capitán América

De todo lo que llevamos de maratón, esta es la película que menos me ha impactado. Pero supongo que es sobre todo porque hace tiempo que tengo un serio problema con eso de usar banderas como si fueran marcas, o con esa puñetera manía que tienen en Estados Unidos de considerarse los mayores héroes del planeta. En fin, allá ellos. Voy a intentar centrarme en la película.
Capitán América, como en el fondo no podría ser de otro modo, está protagonizada por un personaje perfecto. Así, sin más. Su único defecto es ser un poco enclenque, pero se le pasa enseguida. Todo gracias a un poco de ejercicio y mucha ciencia. 
Pero, como suele ocurrir, los grandes avances como este pasan por momentos de menos gloria, y en lugar de dar grandes héroes convierten hombres ligeramente trastocados en el peor enemigo de cualquiera. Vale, está bien; encaja. A mí personalmente me gusta que el mismo medio dé resultados tan opuestos, creo que es bastante interesante. Podría haberse explorado un poco más, pero bueno.
De todas formas, ya me habían comentado antes de ver esta película que el personaje surgió en una época en que era necesario reavivar el espíritu nacional. Funcionó, por lo que puedo imaginar, y el Capitán América acabó convertido en todo un símbolo. Así que no voy a seguir mareando la perdiz, porque al fin y al cabo todas estas son cuestiones de manías y gustos. 
Mi problema con Capitán América, dejando a un lado todo lo demás, es que parece que no sabe manejar la tensión: hay muchos momentos en la película que bien podrían ser el final; desde luego lo parecen. Así que como espectador acabas en una especie de limbo: hay unos minutos de drama y acción, unos minutos que parecen conclusión, y luego más drama y acción, y así otras tantas veces. Acaba mareando y, lo que es peor, resultando sumamente insatisfactorio. 
Me hablaron mejor de la segunda parte. A ver qué pasa entonces. 

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